La cuarentena por el coronavirus ha significado todo un drama para muchos sectores comerciales, principalmente para los trabajadores informales que viven del día a día, cuyo sustento está en las calles, donde exponen y venden sus productos o servicios.
Ese es el caso de las mujeres palenqueras hacedoras de los tradicionales dulces de Semana Santa, quienes este año quedaron sin obtener las ganancias propias de la época por la elaboración y venta de estos manjares.
Maribel Valdéz Hernández, barranquillera de 60 años con raíces palenqueras, es una de las tantas mujeres afro que se ha visto afectada por las restricciones que han supuesto la emergencia sanitaria actual. Hace más de 20 años que vive de la venta de los dulces, cocadas, enyucados y alegrías, con esto levantó a sus seis hijos.
“Esta Semana Santa es mi peor año desde que yo soy Maribel, un día como hoy para esta época uno estaría corriendo haciendo dulces para vender, pero este año estoy enhuesada”, expresó con tristeza.
Desde el inicio de la cuaresma hasta 15 días posteriores a la Semana Santa, Maribel acostumbra cada año a realizar una producción maratónica de dulces típicos, uno de los productos más demandados en estos tiempos y que cobran protagonismo en el Festival del Dulce, que se toma distintos puntos de Barranquilla y municipios del Atlántico.
Valdéz Hernández asegura que en un año regular se gana entre 4 a 5 millones de pesos en estas fechas. Sin embargo, este 2020 impuso unas condiciones nefastas y le ha tocado recurrir al negocio virtual.
“Este año estoy quedada porque me desanimé desde que salió todo este cuento (la pandemia de la COVID-19), ahora es que vamos a hacer unos dulces para vender por redes sociales, para ver si Dios quiere que en estos días se pueda vender algo”, explicó la mujer.
Sin muchos ánimos, pero con algo de esperanza, doña Maribel ya empezó a hacer algunos dulces que le han encargado por las redes sociales. “Tengo pedidos de dulces de leche, de coco y papaya”, dijo.
La cuarentena, ha propiciado el regreso de los populares ‘raguñaos’, que consiste en preparar los dulces en casa e intercambiarlos con los vecinos. Una costumbre cuya práctica ya no es muy común entre los barranquilleros, precisamente por la facilidad de compra y la garantía de la calidad del producto hechos con las expertas manos de mujeres afro.