De verdugo a héroe. Así se puede resumir la historia de Ricardo ‘el Tigre’ Gareca, artífice de la clasificación de Perú al Mundial de Rusia 2018. El entrenador puso fin a una racha de casi cuatro décadas, iniciada por él mismo como jugador, sin que los incas asistieran a una cita orbital.
Gareca privó a la selección albirroja de clasificar a México 1986 con un gol suyo cuando jugaba para Argentina, en el estadio Monumental en 1985. Pero el cuento no tuvo final feliz, porque después de esa noche épica para él, sin explicación alguna, Carlos Salvador Bilardo lo sacó de la lista del Mundial. Ahora irá como director técnico.
Treinta y dos años después los peruanos lloran nuevamente, pero esta vez de felicidad, porque de la mano de Ricardo su selección vuelve al Mundial tras vencer 2-0 a Nueva Zelanda por la repesca intercontinental.
A los 59 años, Gareca mantiene su característica melena rubia y espigada figura de futbolista. En sus discursos, ni una palabra más ni una menos. Trabaja en silencio, sin protagonismo.
Fue campeón con Vélez Sarsfield de Argentina en 2013, ganó dos Clausuras en 2009 y 2011 y un Torneo Inicial en 2012. Y en Perú levantó el título del Torneo Apertura con Universitario de Deportes en 2008.
Así llegó a la dirección técnica del combinado peruano. El cargo había sido ofrecido a Marcelo Bielsa, pero Ricardo Gareca demostró en solo tres meses que con trabajo y dedicación se logran resultados, al ubicar a los incas en el tercer puesto de la Copa América 2015 disputada en Chile.
Aun así, el inicio de Eliminatorias no fue el mejor. Solo cuatro puntos en las primeras seis fechas disputadas originaron algunas críticas, poniendo en entredicho su continuidad al frente de la Selección, pero fue respaldado por la Federación Peruana de Fútbol.
Su proceso se caracterizó por los cambios y ajustes realizados al interior del combinado inca, prescindiendo de figuras veteranas como Claudio Pizarro y Juan Vargas. Conformó una Selección con jóvenes, en la que la base era el compromiso por la camiseta y la ilusión de soñar en grande.
Armó un equipo a su estilo con el cual logró sacar 21 puntos en 11 encuentros. Siempre caracterizados por la modestia, pero también con sed de triunfo.
El Tigre puede estar tranquilo. Su redención por aquel gol llegó. Festejó lo que parecía imposible frente a un estadio que se rindió ante su obra y confirmando que en el fútbol como en la vida, el tiempo pone todo en su lugar.