El momento cumbre de Carlos Molinares como jugador del Junior lo vivió la noche del 17 de diciembre de 1980, en el estadio Pascual Guerrero. El equipo tiburón perdía 2-0 ante el Deportivo Cali al término del primer tiempo y, para el segundo, el técnico José Varacka ordenó el ingreso suyo y el de Fernando Fiorillo.
El empate le bastaba al Junior para coronarse campeón anticipado, pero la derrota lo obligaba a ganarle en la última fecha del cuadrangular final al Atlético Nacional, una instancia a la que Varacka no quería llegar.
Los cambios surtieron efecto. Junior fue otro equipo en la cancha. Metió en su propio campo al Cali y empezó a generar jugadas de gol. La insistencia de Junior dio sus frutos en el minuto 27 cuando una jugada elaborada por Galván, Tutino y Valenciano la terminó Molinares con un zapatazo que no pudo contener el arquero Carlos Valencia. Allí renació la esperanza de conquistar la segunda estrella, que se materializó minutos después con el gol de Gabriel Berdugo.
‘El Moli’ Molinares reconoce que, tanto su entrada, como la de Fiorillo, fueron influyentes en la vigorosa reacción del Junior, pero cita algo que, en su opinión, fue más determinante para empatar el partido y coronarse campeón: controlar a Willington Ortiz, quien en el primer tiempo les había hecho la fiesta y había marcado, de pena máxima, los dos goles del Deportivo Cali.
Gabriel Berdugo y Dulio Miranda decidieron cambiar posiciones luego de que en el camerino sus compañeros increparon a Dulio por el baile que le estaba dando el ‘Viejo Willy’. Dulio solo respondía que no podía más, que tenía el pie hinchado de tanto darle patadas a Willington. “A ese tipo no lo agarraba nadie ese día, no se ablandaba con nada, era un roble, y eso que Dulio era duro”, cuenta Molinares.
Berdugo, entonces, le dijo a Dulio, que jugara como stopper, que él se quedaría como líbero. “Ahí ganamos el título. Con ese movimiento ganamos seguridad atrás y no nos hicieron más goles. Toda bola que le quedaba a Willington, Berdugo se la quitaba sin falta, porque era técnica contra técnica”, afirma.
Molinares venía de marcarle un gol fantástico al Atlético Nacional, en Medellín, partido que Junior ganó 2-1. Varacka lo había dejado en la banca por haberse demorado en una entrevista que le hicieron antes de comenzar el partido. Cuando Molinares volvió a ingresar al camerino ya Varacka estaba dando la charla técnica y ahí le informó que no iba a arrancar de titular. Dulio y Berdugo le reclamaron y Varacka los dejó callados al decirles: ‘entonces pónganse de acuerdo cuál de ustedes sale para que Molinares juegue’.
“Yo cogí la bola en la media cancha y dejé a todo Nacional regado. Me saqué a Luna, a Sarmiento, a Peluffo, me salió Carrabs y también me lo llevé. Me paré con la bola debajo del arco y recuerdo que Tutino y Galván me gritaban ‘metéla, hijo’. Lo mío fue una falta de respeto, hice lo que hacía cuando jugaba bola de trapo porque pisé la bola, pero no la metí enseguida, sino al rato. Imagínate el silencio en ese estadio”.
Cuando Molinares anotó el gol se quitó la camiseta y empezó a correr por toda la pista atlética con todos los asistentes al estadio mentándole la madre. “Ese fue mi mejor gol, por la faena que hice, aunque el que le marqué al Cali fue el más importante por lo que significó para el título”.
Para enfrentar al Cali en el Pascual, Varacka le dijo a Molinares que a él y a Fiorillo los iba dejar para el segundo tiempo porque ese ese partido era bravo. Fue lo mismo que hizo en el juego ante Nacional, en Medellín. Según Molinares todo fue una cábala del técnico argentino.
De Alfonso López al Junior
Carlos Molinares era un puntero derecho que tenía la facilidad de jugar también como delantero centro. Afirma que, además de su velocidad, por la cual Édgar Perea lo bautizó el ‘Stucker’, tenía una cualidad natural que eran las diagonales.
Sus inicios fueron jugando bola de trapo en barrio Alfonso López. Después integró un equipo dirigido por su tío Alberto Saumett, con muchachos del sector, el cual empezó a jugar en la cancha del barrio El Carmen. Actuó en un equipo llamado Rosario Central y de ahí saltó al Sporting CUC, que era dirigido por Othon Alberto Dacunha, quien fue la persona que lo vinculó al Junior, en 1978, cuando el técnico era el ‘Zurdo’ López, quien quedó impresionado con su velocidad.
En 1979, con el regreso de Juan Ramón Verón, Molinares se quedó en el grupo de arriba. ‘La Bruja’ lo puso a debutar ese año y su primer gol como profesional se lo marcó a Millonarios. Junior ganó 2-1 y el gol de Molinares fue de media volea, tras pase de Eladio Vásquez.
Molinares recuerda la forma cómo los veteranos del equipo arropaban a los más jóvenes. Una vez, contra Millonarios, entre Segovia y el ‘Flaco’ Rodríguez lo estaban moliendo a patadas y a trompadas. A Dulio Miranda le avisaron y en un tiro de esquina se les acercó y les dijo: ‘Como me toquen a Molinares, primero te doy a ti, chiquitico (Segovia), y después a ti (Rodríguez)’. Hasta allí llegó la carnicería con Molinares. “Ese respaldo no solo era aquí sino afuera. Es más, Dulio era más duro afuera que acá en Barranquilla”.
La unión de grupo del Junior en aquellos años era tan fuerte, que a los jugadores del interior que llegaban de afuera al equipo se las cantaban. “O corren o se van. Aquí tienen que correr”, recuerda. Uno de los que no pudo con esa presión fue Ernesto Díaz, quien vino al Junior en 1979. “Le dijo a Verón: ‘Yo me voy de aquí, no aguanto más. Duraba hasta tres días sin ir a practicar”.
En el 80, Carlos Molinares hizo parte de la Selección Colombia que participó en los Juegos Olímpicos de Moscú, bajo la dirección técnica de Eduardo Julián Retat. En ese torneo marcó el gol con el que Colombia empató 1-1 con Kuwait. En ese equipo también estuvo Fernando Fiorillo.
En Junior, Molinares actuó hasta 1982, año en el que fue transferido al Cúcuta. Tenía una oferta del Medellín, pero prefirió marcharse al equipo motilón porque allá iba a tener más chance de jugar. En el 85, Eduardo Retat vino a Barranquilla para llevarlo a jugar al Unión Magdalena, pese a que tenía una lesión que lo obligaba a infiltrarse. Debido a eso jugó poco con el equipo samario del que salió en el 86 cuando un médico le aconsejó que mejor se retirara porque corría el riesgo de quedar cojo.
De José Varacka guarda los mejores recuerdos. Dice que el ‘Puchero’ les hablaba a sus jugadores como un padre a sus hijos. “Varacka nos daba muchos consejos. Varias veces, después de un partido nos decía: ‘no quiero ver a nadie en el hotel, diviértanse’. Y si ganábamos, con mayor razón. Después, el martes, a primera hora, nos ponía a hacer física y nadie se quejaba”.
Molinares solía compartir habitación en la concentración con Ariel Valenciano, quien era famoso por darse sus escapadas. “Ariel era indisciplinado, pero en los partidos respondía. Verón me concentraba con él y me decía: ‘me cuentas todo lo que haga Ariel’. Ariel me la cantaba enseguida: ‘Aquí yo no quiero sapos’. Al ratico me decía: ‘ya vuelvo’ y se escapaba por la ventana y yo mismo le abría a las cuatro de la mañana. Cuando Verón llegaba a las nueve nos encontraba a los dos durmiendo”.
El gol de Carlos Molinares contra el Deportivo Cali será recordado siempre por los junioristas. Fue el que abrió el camino hacia la conquista de la segunda estrella esa noche, el que puso nerviosos a los hinchas verdiblancos, el que le hizo sentir a Édgar Perea que el empate estaba cerca y, una vez conseguido este con el gol del Berdugo, le hizo pronunciar una de sus frases famosas: ¡A Junior tienes que matarlo!”.
Por Manuel Ortega Ponce