Los condiscípulos de Gabriela Romero Cabarcas están pasmados ante la abrumadora noticia de que fue asesinada vilmente por el ‘Monstruo de la Sexta Entrada’. Las horas que han transcurrido desde que se enteraron del suceso han estado marcadas por el desconsuelo.
El recuerdo nítido de la joven de 18 años que ansiaba devorar el mundo es como un bálsamo que aligera la pena. Prefieren recordarla no por las atrocidades de las que fue víctima, sino por uno de las muchas destrezas de Gabriela, una de ellas el dibujo.
Juan Carlos Sanjuanelo, amigo y compañero de estudios de Gabriela, asegura que, sin lugar a dudas, ese era uno de sus principales talentos. “Le gustaba mucho hacer dibujos. A mis compañeras siempre les hacía dibujos para expresarles cariño. Gracias a su talento obtenía ingresos porque sus amigos le pagaban para que hiciera carteleras que ellos daban como regalo a sus seres queridos o parejas”, dijo Juan con una sonrisa tímida.
Contó el caso de una compañera en común que sirvió de puente entre Gabriela y sus vecinos para una serie de carteleras escolares y amorosas que causaron sensación.
Las primeras muestras de ese bello don las dio en su niñez. Gabriela era una niña discreta que prefería la seguridad de la casa por encima de la diversión callejera. Damaris Castillo, amiga de infancia de la madre de Gabriela, afirma que su principal pasatiempo era mirar series animadas por televisión.
Quizá de allí se desprenda la marcada tendencia caricaturesca de todos sus dibujos. Aún las carteleras que serían usadas para exposiciones escolares sobre temas serios se sabían que eran hechas por Gabriela: sus particulares híbridos entre animales y letras de colores vivos, adornados con estrellitas y corazones gigantes, marcaban como hierro ardiente.
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Damary Castillo añade que desde temprana edad Gabriela tenía siempre a la mano colores y hojas en las que intentaba replicar, de manera muy experimental y sin mucho acierto, los dibujos que veía en televisión.
Ya en la adolescencia —continuó—, cuando estudiaba en el colegio Caldas, era de conocimiento popular su talento para las tarjetas animadas y las carteleras. A su casa llegaban compañeros de estudio y gente de otros cursos a pagarle para que les dibujara. A pesar de que asumía muchos trabajos a la vez, no se conocen casos de clientes a los cuales no les haya cumplido.
Ya en el Sena, matriculada en Gestión Empresarial, no solo destacaban sus carteleras, sino también su fluidez verbal, su verbo potente. Juan Carlos Sanjuanelo recuerda que “como era muy inteligente, entonces se expresaba muy bien; estudiaba mucho y dominaba los temas cuando hacíamos exposiciones”.
El poder de su voz iba ligado a un carácter fuerte e indómito. Sanjuanelo cuenta que una de las cosas que más le enojaba a Gabriela era que la interrumpieran cuando se tomaba una foto con su celular. Él experimentó en carne la magnitud de su rabia cuando le saboteó un autorretrato colocándole unos cuernos de broma a ella con sus dedos índice y corazón. “Se puso rabiosa rapidito, pero como era molestando volvíamos después a hablar como si nada”, recuerda.
También la exasperaba que la relacionaran sentimentalmente con un compañero de estudio a quien conocen como el Paisa.
Como esta hubo otras pequeñas fricciones entre Gabriela y compañeros del Sena que nunca pasaron a mayores. Siempre los reconciliaba un dibujo pequeño, un dulce, un suceso gracioso.
Prueba de esto es un sentido video que grabaron sus compañeros el día que acabó el semestre académico. Una estudiante asumió la vocería y, además de dejar en evidencia la esperanza colectiva de que Gabriela estuviese viva, dijo que todos se sentían tristes por no poder compartir con ella el final del curso.
En otro, igual de conmovedor, le cantan un fragmento de la canción Amigo, de Alex Campo.